Dos niñas asomaditas,
cada una a su ventana,
lo ven y lo cuentan todo,
sin decir una palabra.
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Dos niñas asomaditas, cada una a su ventana, lo ven y lo cuentan todo, sin decir una palabra.
Atrás panza y delante espinazo, aciértamelo pedazo de ganso.
A muchos se lo suelen tomar si antes no se ha ido a pelar.
Al dar la vuelta a la esquina tropecé con un convento, las monjas iban de blanco y el sacristán en el centro.
Guardada en estrecha cárcel por soldados de marfil, está una roja culebra, que es la madre del mentir.
Dos niñas van a la par, y no se pueden mirar.
Uno larguito, dos más bajitos, otro chico y flaco, y otro gordazo.
Enfundados siempre van y hay que tener cuidado con las patadas que dan.
Tiene grandes pabellones, pero no tiene habitaciones.
¿Quién seré yo que encerrada soy donde quiera que voy, me encuentro siempre mojada y al cielo pegada estoy.
