En el cielo soy de agua,
en la tierra soy de polvo,
en las iglesias de humo
y mancha blanca en los ojos.
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En el campo soy hallada y al fuego alimento. Donde quiera que soy llevada, es para darme tormento.
Desde el día en que nací, corro y corro sin cesar: corro de noche y de día hasta llegar a la mar.
Son mis colores tan brillantes que el cielo alegro en un instante.
Cuatro puntos son y para distinguirlos necesitamos del sol.
Alto, alto, como un pino, pesa menos que un comino.
Millares de soldaditos van unidos a la guerra, todos arrojan lanzas que caen sobre la tierra.
Nicanor tenía un barco y con él surcaba el río; ¿era este un barco pequeño o este era un gran navío? Lee despacio, Encarnación, y hallarás la solución.
Muchas monjitas en un convento, visitan las flores y hacen dulces dentro.
En mí se mueren los ríos, y por mí los barcos van, muy breve es el nombre mío, tres letras tiene no más.
Llevo, sin ser arlequín, de colores mi librea, yo salgo de tarde en tarde y espero siempre a que llueva.
