Mi padre al cuello la ata
y, poco a poco, la aprieta
hasta llegar a su meta.
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Guardado en invierno, lo luzco en verano, es mi único traje en sitios de baño.
Colgada voy por delante y al hombre hago elegante.
Puedes llevarlo en el pelo y, a veces, en los zapatos, se coloca en la cintura y en el rabo de los gatos.
Aunque las adornamos a ellas cuando no tenemos carreras, la gente tiene manía de no llamarnos enteras.
El pie tapo al instante igual que si fuera un guante.
Dos buenas piernas tenemos y no podemos andar, pero el hombre sin nosotros no se puede presentar.
Ahí vienen dos: uno se moja y el otro no.
Hoy cuando me levanté, puse uno en cada pie. Como no son los zapatos, dime tú... ¿qué puede ser?
No he de darte más razones, sin mi perderías los pantalones.
No me utilizan los patos más me llevan de apellido, con «Z» empieza mi nombre, ¡y ya el resto es pan comido!
