Mi padre al cuello la ata
y, poco a poco, la aprieta
hasta llegar a su meta.
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Tamaño de una cazuela, tiene alas y no vuela.
Redondo, redondo, sin tapa, sin fondo.
Aunque la quite del agua, sigue en agua.
Mi ser por un punto empieza, por un punto ha de acabar, el que mi nombre acierte sólo dirá la mitad.
Aunque las adornamos a ellas cuando no tenemos carreras, la gente tiene manía de no llamarnos enteras.
Por la noche me lo pongo, por el día me lo quito y en la siesta lo uso un poquito.
Tengo copa y no soy árbol, tengo alas y no soy pájaro; protejo del sol a mi amo, en invierno y en verano.
Pisados, siempre en el suelo, recibiendo malos tratos, y sin señales de duelo.
Resuélveme este dilema: «soy una, pero soy media».
Chiquito, redondo, barrilito sin fondo.
