Mi padre al cuello la ata
y, poco a poco, la aprieta
hasta llegar a su meta.
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Redondito, redondón, no tiene tapa ni tapón.
Soy de piel o paño gordo y me adhiero a tu cuerpo, para que no pases frío cuando llega el invierno.
Mi ser por un punto empieza, por un punto ha de acabar, el que mi nombre acierte sólo dirá la mitad.
Una piel que es otra piel, una mano que no es mano y el frío se aguanta bien.
Aunque las adornamos a ellas cuando no tenemos carreras, la gente tiene manía de no llamarnos enteras.
Dos buenas piernas tenemos y no podemos andar, pero el hombre sin nosotros no se puede presentar.
Por la noche me lo pongo, por el día me lo quito y en la siesta lo uso un poquito.
Me lleváis, me traéis, y si sois nuevos quizás me mordéis.
Ani lloró todo el día; perdió lo que más quería
De pergaminos, o sedas, o papel hechos estamos; en verano gusto damos; las manos han de estar quedas, si es que nuestro oficio usamos.
