Vivo en el campo y en una ciudad grande,
y soy chico pero me usan por igual,
si dices mi nombre solo dirás la mitad.
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Mi padre al cuello la ata y, poco a poco, la aprieta hasta llegar a su meta.
Destacan en las orejas creyéndose independientes, van casi siempre en parejas.
Para salir a la esquina ponte pan en el talón y camina.
En tus manos estoy limpio, en tus ventanas me ensucio, si sucio, me ponen limpio, si limpio, me ponen sucio.
Dos buenas piernas tenemos y no podemos andar, pero el hombre sin nosotros no se puede presentar.
De pergaminos, o sedas, o papel hechos estamos; en verano gusto damos; las manos han de estar quedas, si es que nuestro oficio usamos.
Aunque las adornamos a ellas cuando no tenemos carreras, la gente tiene manía de no llamarnos enteras.
Santa con nombre de flor, y, a pesar de este retrato, me confunden con zapato.
Redondito, redondón, no tiene tapa ni tapón.
Ahí vienen dos: uno se moja y el otro no.
