Vivo en el campo y en una ciudad grande,
y soy chico pero me usan por igual,
si dices mi nombre solo dirás la mitad.
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En tus manos estoy limpio, en tus ventanas me ensucio, si sucio, me ponen limpio, si limpio, me ponen sucio.
Mi padre al cuello la ata y, poco a poco, la aprieta hasta llegar a su meta.
Mi ser por un punto empieza, por un punto ha de acabar, el que mi nombre acierte sólo dirá la mitad.
Destacan en las orejas creyéndose independientes, van casi siempre en parejas.
Resuélveme este dilema: «soy una, pero soy media».
Una copa redonda y negra, boca arriba está vacía, boca abajo está llena.
Chiquito, redondo, barrilito sin fondo.
Me pisas y no me quejo, me cepillas si me mancho, y con mi hermano gemelo bajo tu cama descanso.
Nuestra dueña nos coloca uno a cada lado, siempre pendientes, siempre colgados.
Ahí vienen dos: uno se moja y el otro no.
