En el cielo soy de agua,
en la tierra soy de polvo,
en las iglesias de humo
y mancha blanca en los ojos.
Nicanor tenía un barco
y con él surcaba el río;
¿era este un barco pequeño
o este era un gran navío?
Lee despacio, Encarnación,
y hallarás la solución.
Vuela en el aire,
pace en la tierra,
se posa en los árboles,
anda en la mano,
se deshace en el horno
y se ahoga en el agua.
Nazco en lugares abruptos
sin haber tenido padre
y conforme voy muriendo
va naciendo mi madre.
No ves el sol,
no ves la luna,
y si está en el cielo
no ves cosa alguna.
Lomos y cabeza tengo
y aunque vestida no estoy,
muy largas faldas mantengo.
En mí se mueren los ríos,
y por mí los barcos van,
muy breve es el nombre mío,
tres letras tiene no más.
Viene del cielo, del cielo viene,
a unos disgusta y a otros mantiene.
Millares de soldaditos
van unidos a la guerra,
todos arrojan lanzas
que caen sobre la tierra.
El cielo y la tierra
se van a juntar;
la ola y la nube
se van a enredar.
Vayas donde vayas
siempre lo verás,
por mucho que andes
nunca llegarás.
Es tan humilde y tan buena
que hasta se deja pisar;
para el almuerzo y la cena
la vaca la va a tomar.
Hay un hijo
que hace nacer
a la madre
que le dio el ser.
En las regiones polares
se encuentra en todos los mares.
Él es tío sin sobrinos,
a todos calienta igual.
Si no sabes de quién hablo,
tras la primavera vendrá.
En verano barbudo
y en invierno desnudo,
¡esto es muy duro!
Lleva años en el mar
y aún no sabe nadar.
Llevo, sin ser arlequín,
de colores mi librea,
yo salgo de tarde en tarde
y espero siempre a que llueva.
Son mis colores tan brillantes
que el cielo alegro en un instante.