Una capilla llena de gente
y un capellán en medio
que predica siempre
más adivinanzas del cuerpo humano...
Entre dos murallas blancas hay una flor colorada, que con lluvia o con buen tiempo, está siempre bien mojada.
Pozo hondo, soga larga, y si no se dobla no alcanza.
A muchos se lo suelen tomar si antes no se ha ido a pelar.
Laterales parapetos, que van siempre por parejas, les encantan los secretos.
Cuando sonríes asoman blancos como el azahar unas cositas que cortan y que pueden masticar.
Aunque sepas ésto, mago no serás, si no sabes dónde, lo digerirás.
Sólo tres letras tengo pero tu peso yo sostengo. Si me tratas con cuidado, te llevaré a cualquier lado.
Dos niñas asomaditas, cada una a su ventana, lo ven y lo cuentan todo, sin decir una palabra.
Tengo un tabique en el medio y dos ventanas a los lados por las que entra el aire puro y sale el ya respirado.
Adivina, adivinanza, tiene un solo ojo y una cara ancha.