adivinanzas para niños
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las adivinanzas para niños más diver

Entre dos murallas blancas
hay una flor colorada,
que con lluvia o con buen tiempo,
está siempre bien mojada.


Una señora,
muy enseñoreada,
siempre va en coche
y siempre va mojada.

Guardada en estrecha cárcel
por soldados de marfil,
está una roja culebra,
que es la madre del mentir.

¿Quién seré yo que encerrada
soy donde quiera que voy,
me encuentro siempre mojada
y al cielo pegada estoy.


Uno se cree superior,
el otro inferior se siente,
sin decirse nunca nada,
mucho se quieren, tanto que,
siempre se están besando.

Dos hermanos sonrosados,
juntos en silencio están,
pero siempre necesitan
separarse para hablar.


Como la piedra son duros,
para el perro un buen manjar,
y sin ellos no podrías
ni saltar ni caminar.

Aunque sepas ésto,
mago no serás,
si no sabes dónde,
lo digerirás.


Formamos, como soldados, en una fila
y somos carniceros toda la vida

Cuando sonríes asoman
blancos como el azahar
unas cositas que cortan
y que pueden masticar.


Uno larguito,
dos más bajitos,
otro chico y flaco,
y otro gordazo.

Dicen que son de dos,
pero siempre son de una.


Cinco hermanos muy unidos,
que no se pueden mirar,
cuando riñen aunque quieras,
no los puedes separar.

En la jirafa descuella,
bajo la barba del rey,
lo tiene cualquier botella,
la camisa o el jersey.


Ordenes da, órdenes recibe,
algunas autoriza, otras prohíbe.

Hay en la plaza nueva
un monte, y en él dos cuevas.
Más abajo un pozo hondo
que tiene el brocal rojo.
Altas ventanas, iguales,
y en ellas, dos niñas bellas
que, a través de los cristales,
todo lo ven y lo observan.


Al revolver una esquina
me encontré con un convento,
las monjas vestidas de blanco,
la superiora en el centro,
más arriba dos ventanas,
más todavía un par de espejos
y en lo más alto la plaza
donde pasean los caballeros.

Unas son redondas,
otras ovaladas,
unas piensan mucho,
otras casi nada.


Pozo hondo,
soga larga,
y si no se dobla
no alcanza.

Con ella vives,
con ella hablas,
con ella rezas
y hasta bostezas.


Cueva con treinta y dos machacantes
que dispone de un solo habitante.

Al dar la vuelta a la esquina
tropecé con un convento,
las monjas iban de blanco
y el sacristán en el centro.


Una capilla llena de gente
y un capellán en medio
que predica siempre